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Todo comenzó en China mucho tiempo atrás. Algunos historiadores hablan de la dinastía Han en el año 300 D.C, otros afirman que ya existía en la dinastía Chang (1766-1112 a. C.). Lo que supondría casi 4.000 años de historia. Por aquel entonces su nombre era "Kouen-gen", que significa "hacer silbar el tronco hueco de bambú". Básicamente, de eso se trataba. Estaba hecho de bambú y las copas tenían unas grietas que, al girar, generaban un mágico zumbido. La palabra "mágico" puede parecer exagerada, pero no lo es. El fin de este zumbido era ahuyentar los malos espíritus.


A mí me gusta decir que invertí la polaridad del diábolo y en lugar de ahuyentar malos espíritus, atraigo de los buenos...


A finales del siglo XVIII las colonias francesas que invadieron China llevaron el diábolo a las Europas. Allí adoptó su nombre occidental que viene del antiguo griego. "Diaballo" (Lanzar a través de). A principios del siglo XIX se transformó en un juguete que grandes y chicos compartían. Tanto fue su éxito en Inglaterra y Francia que, a partir de 1810, se crearon clubes y competiciones entre la alta sociedad. En 1906, el francés Gustave Philippart diseñó un diábolo de metal y caucho que se transformó en el formato del diábolo moderno. Más resistente y aerodinámico. Su práctica disminuyó después de la Primer Guerra Mundial. De a poco se fue perdiendo la costumbre, como muchos juguetes, se fueron llenando de polvo entre objetos olvidados.

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En el último período del siglo veinte resurgió de las cenizas, cual ave Fénix, para volar más alto que nunca. De la mano de malabaristas y artistas callejeros, el diábolo encontró su lugar en el mundo. Dejó de ser un juguete casi exclusivo de la clase alta para recuperar su popularidad.


Pasó de ser un elemento místico para ahuyentar los malos espíritus a un juguete de niños. Para luego, transformarse en un arte (que es, desde mi punto de vista, una mezcla de ambas cosas).


La primera vez que jugué con un diábolo fue en el año 1996. Con 16 años, recién comenzaba a descubrir el mundo del circo. El diábolo me llamó la atención por lo desconocido. Poca gente en la Argentina jugaba con este elemento. Me acerqué entonces a esos pocos para aprender. Con los años pasó a ser mi especialidad y me transformé en un referente de este elemento en mi país. Me apropié del diábolo. Lo hice mío para luego compartirlo. Lo mezcle con mis raíces, con mi historia. Le puse mi impronta. Mi madre y mi padre son científicos, físicos. Me hice amigo del movimiento circular, sus propiedades y sus fuerzas. Así fue como un día, los giros me envolvieron. En el año 2001, fusionando el diábolo, con un trompo y un giróscopo, inventé mi propio elemento. A partir de ahí nacieron trucos, personajes, historias. Desde entonces es mi compañero de aventuras. Un extensión de mi cuerpo. Mi forma de comunicar. Entre juegos y búsquedas se generó una simbiosis. Al diábolo le debo el nacimiento de "Brunitus".


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